LA PAZ DE LOS ALIADOS EN EL CONGRESO DE VIENA

«El zar ruso hace el amor por todos. El rey danés baila por todos. El rey prusiano piensa por todos, el rey de Wurtemberg come por todos, el rey de Baviera bebe por todos y el emperador de Austria... ese paga por todos».

Refrán vienes de 1815.

La desaparición y el hundimiento del Imperio Napoleónico en 1814, había dejado a Europa en un caos.

Muchos de los territorios de que Francia había sido desposeída o sobre los cuales había ejercido influencia en los últimos veinticinco años, se encontraban ahora con una situación incierta, puesto que era prácticamente imposible restablecer el mapa y statu quo de antes de 1789.

Por eso los aliados, a raíz del primer tratado de París en 1814, habían decidido la reunión en Viena de un Congreso General.

En dicho evento participarían los mismos soberanos, o sus ministros de asuntos exteriores, para decidir el futuro de aquellos países cuya población sobrepasaba los 31 millones de habitantes.

El Cengreso de Viena, como ya se señaló en el capítulo anterior, tenía la misión de reorganizar Europa, distribuir entre los vencedores aquel vasto conjunto de territorios, de conformidad con las exigencias de la política de equilibrio y procurar la estabilidad regular del nuevo estatuto internacional de Europa.

Los principales hombres de Estado de Europa, acompañaban o representaban, en el Congreso de Viena, a sus respectivos soberanos: Metternich por Austria, Nesselrode por Rusia, lord Castlereagh y Wellington por Inglaterra, Hardenberg y Guillermo de Humboldt por Prusia, Labrador por España, Saint Marsan por Cerdeña. La Santa Sede se hallaba representada por el secretario de Estado de Pío VII, el Cardenal Consalvi, negociador del concordato de 1801 con Bonaparte. El rey de Francia, Luis XVIII, tenía por representante principal a Talleyrand.

Talleyrand, hábil diplomático que juró fidelidad a todos los regímenes ya todos traicionó, con magistral habilidad salvó la situación de Francia aprovechando la rivalidad délos, cuatro grandes aliados.

Como ya señalamos, Inglaterra, Austria, Prusia y Rusia/habían concluido en Chaumont un pacto de estecha solidaridad política y militar contra la Francia de Napoleón. Su objeto era reducir a Francia a sus fronteras de 1792. Los representantes de Francia y de los Estados secundarios no tenían más que ir aceptando las decisiones previas tomadas por los cuatro, que llegaron a conformar una especie de directorio europeo.

Las rivalidades internas y la habilidad de Talleyrand, torcieron y desbarataron la coalición de los «gendarmes de Europa».

Conforme a las instrucciones del rey Luis XVIII, Talleyrand declaró desde el primer día que Francia, fiel a la palabra dada, se abstendría a reclamar para sí ninguna ampliación territorial, pero que haría respetar en favor de todos los Estados, grandes y pequeños, los principios tradicionales del derecho público y, en particular, el principio en nombre del cual se realizaba la restauración europea: el principio de legitimidad.

Bajo este nombre se comprendía, por oposición a los trastornos revolucionarios, el respeto a las dinastías y a las instituciones consagradas por la tradición nacional e histórica de cada país.

Proclamando el Derecho de Legitimidad, Francia —Talleyrand— sostenía un derecho que ninguno de los cuatro grandes podía desechar y al que todos los Estados secundarios, amenazados por las apetencias de los grandes, consideraban como una salvaguardia..

El asunto de Sajonia permitió a Talleyrand enfrentar, dos contra dos, a las cuatro potencias de coalición.

Estas, desde luego, se habían puesto de acuerdo sobre cierto número de puntos; la nueva organización de Bélgica y de Holanda, con cuyos países se formaría un reino de los Países Bajos; la de Suiza y la de los países de Italia Septentrional y Central.

La cuestión de Polonia enfrentaba especialmente a Rusia e Inglaterra. El zar pretendía conservar Polonia, ocupada desde 1812. Londres, al contrario, preocupada por el equilibrio, no toleraba la expansión rusa hacia la Europa Occidental.

La cuestión de Sajonia oponía sobre todo a Prusia y Austria. La primera, para castigar al rey de Sajonia por su fidelidad a Napoleón, codiciaba Sajonia y pretendía relegar a su rey. Austria no veía con buenos ojos tal expansión.

Al finalizar el Congreso, las modificaciones del mapa fueron las siguientes:

1) El reino de los Países Bajos, que englobaba Holanda y Bélgica. Holanda cedió el Cabo y Ceilán a Inglaterra. Bélgica se separó de Holanda en 1830.2) En la Europa Central fue creada la Confederación Germánica, que comprendía treinta y nueve Estados, representados en la Dieta Federal de Francfort. Austria obtuvo la presidencia de la Confederación y los cinco reinos - Prusia, Hannover, Sajonia, Wurtemberg y Baviera que desempeñaron con Austria los principales papeles. 3) La Confederación Suiza se vio agrandada con tres nuevos Cantones: Ginebra, Valais y Neuchátel, este ultimo propiedad personal del rey de Prusia.

4) En la Europa nórdica, Noruega fue entregada-a Suecia a causa de los servicios prestados a la coalición por el rey de Suecia.

5) Europa Oriental se convirtió, más que nunca, en dominio de Rusia, engrandecida con Finlandia tomada a Suecia.

6) En España y Portugal quedaron reconstituidos los reinos anteriores con sus dinastías.

7) El Congreso no se atrevió a intervenir en la temible cuestión turca.

8) En Italia tuvieron lugar importantes cambios; Austria se hizo entregar la Lombardía*y Venecia, agrupadas bajo el nombre de reino Lombardo-Véneto con Milán como capital, en cuya ciudad residía un virrey. Obtuvo Parma y Modena. El gran ducado de Toscana fue para un príncipe austríaco.

El reino de Ñapóles fue reconstituido para los borbones. Los Estados de.la Iglesia para el Papa.

En el norte, el rey de Cerdeña recibió el territorio de la antigua república de Genova, que añadió al que ya poseía, es decir, la isla de Cerdeñar, Niza y Saboya.

Frente a las costas italianas, Inglaterra adquirió dos bases estratégicas de gran valor: Malta y el archipiélago Jónico.

La reconstitución de Europa, llevada a cabo en el Congreso de Viena, no debe hacernos perder de vista el carácter artificialde una parte de su obra, que sucumbió en el siglo XIX ante el empuje de fuerzas morales, políticas y nacionales.

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