Revolución agrícola

«Los bardeamientos se iniciaron por «terratenientes emprendedores», muchos de los cuales eran adeptos a una particular, práctica o doctrina. Entre los más distinguidos se cuenta Jethro Tull (1674-1741), estudiante de leyes, quien se dedicó a la labranza a partir de los veinticinco años, alcanzando considerable éxito. Tull tenía una peculiar teoría sobre los cultivos; creía que las plantas sólo podrían nutrirse de pequeñísimas partículas, que llamaba átomos; por consiguiente, aconsejaba la constante pulverización de la tierra por medio de remociones profundas; al efecto inventó o desarrolló, para 1714, un azadón tirado por caballos. Pero en muchos otros aspectos su actitud fue refregada; se opuso al uso del estiércol; su costumbre de sembrar en surcos muy separados economizaba semillas, pero desperdiciaba terreno; y su profunda hostilidad hacia la rotación de cultivos —sostenida por el hecho de haber logrado cosechar trigo en la misma tierra durante trece años consecutivos— lo hicieron el portavoz del movimiento que impidió, en muchas partes de Inglaterra, la implantación de sistemas progresistas. Tull fue un excéntrico caprichoso, y su importancia dentro de la historia de la agricultura ha sido muy exagerada. No es en sus haciendas de Berkshire en donde debe buscarse el origen de las innovaciones, sino en las de los terratenientes de Norfolk.

Según ha sido definido por el estadounidense Naomi Puches, el sistema conocido como de Norfolk consistía en una serie de métodos y sistemas imidos mutuamente, referentes a procedimientos técnicos, económicos y legales, que se combinaban dentro de una hacienda cercada. Comprendió el mejorar los terrenos arenosos con cal y arcilla; la rotación de cultivo; las cosechas de nabos, trébol y nuevas clases de pastos; la especialización en la producción de cereales y de otros ganados que el lanar y, por último, el cultivo por arrendatario y durante largo tiempo, de amplias pertenencias. Algunas de sus características se derivaron de las prácticas continentales, pues Norfolk, con sus industrias textil y pesquera, tenía estrechos contactos con Holanda. Pero en su mayor parte fueron producto del ingenio nativo de los enérgicos terratenientes y agricultores. Lord Lovell (1697-1755), antecesor del famoso Coke de Holkham, dedicó sus actividades a la utilización de las gredas, la desecación de los pantanos y el adelanto de la rotación de cultivos; por otra parte, el nombre del Vizconde Townshend (1674-1738) ha sido relacionado con la introducción del nabo como cultivo en gran escala, aunque en realidad se ha demostrado que no implantó dicho cultivo, sino que sólo lo popularizó. En realidad, el sistema de Norfolk, como cualquier otra innovación de importancia, fue producto de muchos cerebros y muchos individuos; gran parte de la historia de la agricultura durante el siglo XVIII trata de la progresiva extensión de este sistema, en su cuádruple rotación (nabos, cebada, trébol y trigo o alguna variante de éste), a otras partes de Inglaterra, sustituyendo el antiguo sistema del interior, con su triple variedad de cosecha de primavera, de invierno y barbecho. El cultivo de los pastos y nabos permitió arar susperficies que has^a entonces habían permanecido incultas; como a su vez otros cultivos permitieron alimentar al ganado durante el invierno, se aumentó asimismo el abono natural tan necesario a la producción de cereales y de bulbos. Pero la transición a la labranza transformable fue lenta; el sistema de baldíos, con su preferencia por los cereales en lugar del ganado, subsistió largo tiempo. En ninguna región inglesa— ni aún en Norfolk— se adoptaron dichas innovaciones en suficiente escala para poder hablar de una revolución agraria o simplemente agrícola». (T.S. Ashton, «La Revolución Industrial»)

Este nuevo sistema,-de introducción de forrajes permitía, además, una excelente combinación de la agricultura con la ganadería. Este aumento de la producción tiene como una directa consecuencia el permitir una mejor alimentación de la población, lo cual mejora la calidad de vida e incide en un importante descenso de la mortalidad, provocando, entonces, el aumento en la población.

La revolución agrícola libera, además, mano de obra ya que el alimento de producción permite que menos gente se dedique a la agricultura sin que por ello descienda dicha producción. Esta mano de obra liberada se traslada, entonces, a la ciudad en busca de ocupación.

0 comentarios:

Publicar un comentario